Escarabajo Bombardero


En [la] mano [de Dios] está el alma de todo viviente… —Job 12:10


¿Alguna vez te has detenido a pensar en las características asombrosas que Dios puso en los animales que creó? Job sí; y el avestruz es uno de los más interesantes sobre los que escribió. A pesar de su aparente insensatez y sus excéntricas cualidades para la crianza, su descendencia sobrevive (39:13-16). Además, aunque pertenece a la familia de las aves, no vuela… pero puede ir más rápido que un caballo (v. 18).

Otra criatura notable es el escarabajo bombardero. Este insecto africano dispara dos elementos comunes desde dos reservorios que tiene atrás: peróxido de hidrógeno e hidroquinona. Separadas, estas sustancias son innocuas; juntas, enceguecen a los depredadores del escarabajo. ¡Una válvula especial, interna, mezcla los elementos químicos y le permite bombardear a su enemigo a una velocidad extraordinaria! Y este bichito puede girar su «cañón» para disparar en cualquier dirección.

¿A qué se debe que un avestruz bastante atolondrado sobreviva a pesar de su aparente incapacidad para cuidar su cría mientras que el escarabajo bombardero precisa una reacción química sofisticada para poder permanecer en la tierra? A las habilidades creativas de Dios, que no sabe de límites. «… él mandó, y fueron creados», nos dice el salmista (148:5). Desde el avestruz hasta el escarabajo, la obra creadora de Dios es evidente, para que todos la veamos. «Alaben el nombre de Jehová» (Salmo 148:13).
El diseño de la creación señala al Diseñador Maestro.

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Tesoro Enterrado



Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley. —Salmo 119:18



Al haber crecido en la zona rural de Missouri, donde vivió el bandido norteamericano Jesse James (1847–1882), mis amigos y yo estábamos convencidos de que él había enterrado un tesoro cerca. Recorríamos los bosques soñando con encontrar una alforja o algún otro tesoro. Solíamos ver a un anciano que cortaba leña con un hacha enorme. Durante años, vimos que este misterioso «hachero» recorría penosamente las carreteras buscando latas de bebidas, su único tesoro. Después de cambiarlas por dinero, regresaba a su ruinosa casucha, sin techo y despintada, con una botella en una bolsa de papel marrón. Luego de su muerte, sus familiares encontraron fajos de dinero guardados en su destartalada casa.

Como el hachero que desconocía el tesoro que tenía, los creyentes, a veces, ignoramos partes de las Escrituras. Olvidamos que debemos utilizarla en su totalidad; que cada pasaje está incluido en el canon por un motivo. ¿Quién sabía que Levítico tiene un tesoro enterrado tan valioso? En siete eficaces versículos del capítulo 19, Dios nos enseña a proveer para los pobres y los desvalidos, sin quitarles la dignidad (vv. 9-10, 14); a manejar nuestros negocios con ética (vv. 11,13,15); y a respetar al Señor en nuestra vida cotidiana (v. 12).

Si tan solo unos versículos pueden contener un tesoro tan grande, piensa en todo lo que podría ser nuestro si buscáramos en la Biblia todos los días.

Cada palabra de la Biblia tiene un propósito; lo que no has leído es tu tesoro enterrado.

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