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Una señal de la presencia de Dios
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Por la noche, la nube sobre el tabernáculo en el desierto se convirtió en un pilar de fuego, un resplandor calido en un lugar oscuro: “Así era continuamente: la nube lo cubría de día, y de noche la apariencia de fuego.” (Números 9:16)
El pueblo de Israel siempre seguían a esta nube sobrenatural como quiera que los dirigía. Cuando se elevaba sobre el tabernáculo, la gente sacaba las estacas de sus tiendas y la seguían. Y dondequiera que la nube se detenía, la gente también se detenía y levantaban sus tiendas. Se movían o permanecían de acuerdo a su clara dirección.
“Al mandato de Jehová los hijos de Israel partían, y al mandato de Jehová acampaban; todos los días que la nube estaba sobre el Tabernáculo permanecían acampados. Cuando la nube se detenía sobre el Tabernáculo muchos días, entonces los hijos de Israel guardaban la ordenanza de Jehová y no partían.” (9:18-19).
Los israelitas eran cuidadosos de moverse solamente como la nube se movía, porque sabían que era la guía provista por el Señor. Podía moverse todos los días, o todas las semanas y entonces no otra vez por meses. Sin embargo, de día o de noche, la gente siempre se movía según los dirigía.
“Si la nube se detenía sobre el Tabernáculo dos días, un mes o un año, mientras la nube permanecía sobre él, los hijos de Israel seguían acampados y no se movían. Pero cuando ella se alzaba, ellos partían. Al mandato de Jehová acampaban, y al mandato de Jehová partían. Así guardaban la ordenanza de Jehová,…” (9:22-23)
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La señal del Nuevo Testamento
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Esa nube en los tiempos del Antiguo Testamento eventualmente ascendió al cielo. Pero otra nube descendió del cielo siglos después, en el Aposento Alto en Jerusalén. El Espíritu Santo—el mismo Espíritu que se posaba sobre el tabernáculo en el desierto—bajó y se posaba sobre 120 adoradores quienes se habían reunido en el Aposento Alto después de la muerte de Jesús. Esta nube bajó aún más, hasta la misma habitación donde la gente estaba sentada, y permaneció sobre las cabezas de las personas como si fueran lenguas de fuego.
La palabra griega para “lenguas” significa “totalmente distribuida.” En resumen, esta nube de fuego se había dividido y se asentó sobre cada persona en el Aposento Alto. Luego las llamas poseyeron los cuerpos de las personas.
Hasta este punto, los seguidores de Jesús estaban “en el Espíritu,” con el Espíritu Santo viviendo dentro de ellos. Sin embargo una cosa es tener al Espíritu habitando dentro de ti, y otra cosa enteramente distinta es vivir en total sumisión al Espíritu. Puedes estar lleno del Espíritu Santo, pero eso no quiere decir que estas caminando en obediencia a su guía y permitiendo que seas gobernado por él.
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Aplicación practica para hoy
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Nosotros quienes amamos a Jesús hoy también tenemos una nube que seguir. Podremos estar llenos del Espíritu Santo—orando y cantando en el Espíritu, o experimentando manifestaciones del Espíritu—pero nosotros todavía nos tenemos que comprometer a tomar ordenes de él. Si no esperamos su dirección en todas las cosas, simplemente no estamos caminando en el Espíritu. La instrucción de Pablo hace esta distinción clara: “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.” (Gálatas 5:25)
Le he preguntando al Señor que me abra el significado de la frase de Pablo: “… andemos también por el Espíritu.” Al acercarme a este tema, oré, “Señor hazlo todo claro y entendible para mí.” Aquí esta como creo que el Espíritu me contestó: la llave dorada para entender nuestro caminar en el Espíritu no es complicada. No requiere ningún entrenamiento teológico. Es más, es tan simple que la mayoría de nosotros no puede verlo. Sin embargo, si podemos captar esta sola verdad, podemos entrar en una vida que esta libre de pena, llena de dirección asegurada, y marcada por perfecto reposo. El Espíritu recalcó en mi estas tres simples palabras: “¡Solo di que sí!”
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¡Solo di que sí!
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Tan pronto como esta frase destelló dentro de mi conciencia, yo respondí, “Señor, eso es verdaderamente simple. ¿Pero que quiere decir?”
Todo regresa a un verso que Pablo escribió a los Gálatas. El apóstol audazmente declaró, “porque todas las promesas de Dios son en él «sí», y en él «Amén», por medio de nosotros, para la gloria de Dios. (2 Corintios 1:20). Según Pablo, caminando en el Espíritu comienza cuando damos un “sí divino” confiado e insoluble a todas las promesas de Dios. Quiere decir tener la confianza segura que el Señor cumplirá cada una de sus promesas en su libro a nosotros. Es decir, “Padre, he leído tus promesas, y le digo que sí a todas. Creo en tu palabra para mí.”
Considera la advertencia de Santiago: “Pero pida con fe, no dudando nada, porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor,” (Santiago 1:6-7)
Ahora sabemos que es un “sí divino.” Así que, ¿qué quiere decir Pablo por el “Amén” en el mismo verso? La palabra en si, significa literalmente, “Que así sea. Puedas confiar en ella.” En el contexto del pasaje, “Amen” quiere decir, “Yo creo en tu palabra para mi, Señor. Que así sea en mi vida.”
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